Lilian abrazaba a Gabriel con fuerza, como si aquel abrazo pudiera protegerlos de todo. Su corazón latía con violencia, no solo por el miedo, sino porque el tiempo seguía corriendo. Tenía la garganta tan seca que sentía como si el aire se negara a entrar.
Su mirada no se apartaba de la puerta de embarque. Cada vez que alguien pasaba o sacaba el móvil del bolsillo, contenía la respiración. La imagen de Carlos irrumpiendo, gritando, arrancándole a Gabriel de los brazos, se repetía en su mente. Sabía que Carlos era capaz de hacerlo.
Tenía que actuar de inmediato.
—No puedo esperar más. Debo encontrar la manera de ganar algo de tiempo—, pensó Lilian, intentando controlar el temblor de sus manos.
Con la respiración entrecortada, se puso de pie y tomó a Gabriel de la mano, llevándolo hacia un rincón del recinto. Su mirada escaneaba el entorno, buscando a alguien que pudiera ayudarla sin hacer demasiadas preguntas. Al ver a una empleada del aeropuerto apostada cerca del pasillo, respiró